sábado, 30 de octubre de 2010

Velatorio K

Moría el presidente Néstor Kirchner, llovía en Buenos Aires y la gente hablaba de lo parecido con el velorio del General Perón. Otros decía que nada que ver. Primero, comparar a Cristina con Isabelita, más que análisis es un mamarracho. Segundo, Néstor ya no era el presidente, aunque hacía de todo para parecerlo, y Perón sí era el presidente cuando se murió. Y tercero, llovía pero hacía más frío en el del General. En eso todos concordaban y las crónicas del velatorio K dieron prueba de ello. Pero nadie cubrió lo que hubiese pasado si en la Casa Rosada se hubiese armado flor de quilombo.

La cuestión hubiese sido la eterna: a ver cuál de los dos sectores que apoya al gobierno llega más cerca del escenario. En 1973, cuando Perón volvía aunque no en un avión negro, en Ezeiza se armó un bardo de aquellos porque los Montoneros, los flacos de la izquierda, y los de la CGT, los gordos de la derecha, se pelearon a ver quién era más pesado y estaba más cerca del escenario donde iba a hablar el General Perón. Nada de esto tomó lugar porque antes, hablando mal y pronto, se cagaron a tiros.

Así, el miércoles 27 de octubre de 2010 algo distinto hubiese pasado si el destino no hubiese jugado una mala pasada. Como en el 73, sólo que 37 años más tarde, los peronistas de izquierda, los jóvenes, hubiesen querido tener más peso que los peronistas de derecha, los gordos de la CGT. ¿Y qué hubiese pasado si los jóvenes militantes del movimiento nacional y popular, los mismo que a los 30 años van a tomar escuelas secundarias porque los techos se les vienen abajo y no pueden estudiar, no hubiesen sabido la definición de locura? Se hubiera armado flor de quilombo.

Según Albert Epstein, una persona loca o con síntomas de locura es la persona que, haciendo lo mismo que hizo antes, repite uan acción esperando resultados diferentes. Es decir, si al igual que ayer vas a tirar una piedra a la ventana esperando que no se rompa el vidrio, sos un tarado, estás loco. Y los pibes y los viejos, en el funeral K, fueron unos tarados. Claro, Epstein era judío, y prefirió la libertad yanqui al progreso nacional socialista de Hitler.

Así las cosas, Kirchner estaba muerto, la Argentina oficialmente de luto y Cristina vestida de negro. “Pobre señora”, decían muchas señoras de Barrio Norte. Más que un funeral parecía una de esas oportunidades históricas donde, partes de la sociedad que no se llevan bien pueden arreglar las cosas y hacerse amigos.

Los jóvenes en la plaza cantaban y cantaban, felices porque volvía la militancia, la juventud maravillosa, y porque ahora sí iban a cambiar el mundo. En otra peluquería, unas señoras decían que esto les olía mal.

“Callate, vieja chota”, le dijo el hijo de la peluquera a una que se estaba haciendo los rulos. Claro, esta era una peluquería de Liniers, y en ese barrio los modales ya pasaron de moda.

Volviendo a la Casa Rosada y la Plaza de Mayo, los pibes del kirchnerismo se empezaron a impacientar.

“¿Por qué esos hijos de puta está ahí al lado de Cristina?” se pregunta una chica del Pelegrinni.

“Tenemo’ que estar nosotro’”, dijo otro de una secundaria nocturna.

“¡Daleeeeee!”, gritó un moreno que parecía tener los ojos inyectados en sangre.

“Como lloran los chicos”, decía una abuela que estaba en la Plaza formada en la larga fila para despedir el cajón cerrado de Néstor Kirchner en la Casa Rosada. Claro, la señora veía los ojos rojos de los chicos y no podía menos que pensar eso, pero los pibes estaban haciendo un asado muy jamaiquino, por aquello de que estaban re locos.

“Ya está todo listo”, dijo el mismo de la secundaria nocturna que había hablado antes sin poder pronunciar una sola 's'. Así, los compañeros militantes de la juventud maravillosa del bicentenario dieron la orden mortal, que se manden todos para la Rosada. Algunos pensaron que iban a comer un asado jamaiquino y nada más, pero no: iban a dar un golpe de timón.

Como en el 73, los pibes que pensaban que el proyecto nacional y popular iba en serio, decidieron sacarse las dudas. En un instante, en lo que uno se tira un pedo, las vanguardias de las escuelas secundarias y terciarias entraron a la Casa Rosada a los empujones. Estaban tristes, con bronca, pero no tanto porque se moría Néstor, el líder, sino porque sindicalistas como Moyano y no ellos estaban junto a Cristina.

Por eso, a los topetazos uno se plantó en frente del cajón de Kirchner y dijo: “Se acabó, o nosotros o ellos. Decile Máximo”.

¿Cuál hubiese sido la respuesta de Cristina si todo esto hubiese pasado?




¿Máximo o Moyano? ¿Los gordos o los flacos? ¿Cuáles flacos?

   





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