sábado, 30 de abril de 2011

Día del trabajo

Ahora que los energizantes amenizan los mítines políticos, la Coca-Cola se quiere tirar por el noveno B. Resulta que, antes, la Coca-Cola era la diva de las concentraciones masivas de acarreados por los sindicalistas charros de la CTM. Ahora ya no más; a la hora de la verdad, en estos tiempos la estrella invitada de las fiestas sindicales por el día del trabajo es la bebida energizante.
Y la bola de compañeros está como loca. Rebotando. Claro, los energizantes son un elixir muy poderoso, capaz de dormir la neurona y redoblar los latidos del corazón. Increíble, transforma a las personas: cuando uno ve a los acarreados marchar, prendidos como en la entrada de un sonidero, lo que se ve no parecieran ser trabajadores ni lo que se presencia el festejo por el día del trabajo. La verdad que no.
“Pues, es que como me decía mi comadrita de la colonia, finalmente es una fiesta”, dice la Paquita. Dice que le dijeron que hay que pensar antes de hablar, y que no se vale decir por decir nomás.
“Es decir”, le digo yo, “como se meten tres latitas de Red Bull es una fiesta”.
“Pues sí…”.
Y es que, el día del trabajo, como ahora es nada más para los que igual y no trabajan pero están afiliados a un sindicato charro, ya no es aquel día del trabajo. Antes el primero de mayo era un día dulce, con azúcar y desfiles de las reinas del trabajo y los himnos por los caídos de Chicago; ahora el día del trabajo es un día de anfetamina. Otro pedo.

domingo, 10 de abril de 2011

"Revolución", la película del cruce de los Andes de San Martín.

Hace más de diez años atrás le había dicho a un buen amigo ahora kirchnerista –que entonces no podría haberlo sido, sencillamente porque no había un proyecto político denominado K–, que por qué no había una película argentina que emulara a la de Hollywood que había salido en ese momento, The Patriot. Bueno, por fin salió y es lo que uno esperaba que fuese cuando dijo lo que dijo en aquel momento, antes de partir al exilio posmoderno: la película es un éxito de taquilla para los productores y el sentimiento patriótico ahora con k.
Ya me habían hablado sobre esta película, con De la Serna como protagonista, cuando estuve por Buenos Aires el agosto pasado. Pero no había entendido lo que me dijeron, porque pensé que la película ya había salido y que yo no me había enterado por internet. Bueno, la cosa no fue así.
“El Negro había dicho hace un montón que sería bueno que saliese una película como De Peitriot, ¿te acordás Negro?, y bueno, ya está y va a estar re buena”.
Cuando Nico dijo eso, en la terracita de su departamento en el barrio de Floresta, la verdad me puse contento y pensé, “que notición”. Con todo y que, producida y financiada por el Estado, los tintes de grupo K, de una narrativa característica de un sector político ahora en el poder, es innegable e ineludible, la película sobre ese momento de la historia argentina es buena noticia.
“El Negro tenía razón, y yo siempre me lo dije; ¿por qué no hay una película de la historia argentina, de San Martín o Belgrano, así hecha a lo grande, como de Hollywood?”, dijo Nico esa vez, en la que estábamos festejando su cumpleaños y ya llevábamos unas cuantas horas de un domingo muy divertido con asadito, vino y todo lo que puede haber en esas ocasiones especiales.
Había amigos de la escuela secundaria, ya con novias, esposas e hijos por venir, y estaban sus amigos de aquellos tiempos, que de alguna manera también son amigos míos y nos conocemos desde aquellos años. También, estaban sus amigos de la universidad y del trabajo, todos desconocidos para mí, que llevo prácticamente lo que va del siglo fuera del país.
Pero bueno, volviendo a la película, nada más adecuado que un dicho mexicano: “por fin hizo justicia la Revolución”. De la Serna encarna a José de San Martín, el máximo prócer de la historia argentina, lo cual también viene siendo un cambio radical con el pasado, como cualquier revolución. De la Serna había actuado en la película del Che Guevara, Diarios de motocicleta, pero había interpretado el papel del amigo del Che, no el del mismísimo Che. Ese papel le tocó al mexicano Gael García, lo cual siempre pareció una reverenda estupidez; ¿cómo que darle el papel de un argentino a un mexicano? Además, en esa película De la Serna se come la pantalla y muestra que, con todo y que Gael es buena onda y sacó excelente acento porteño, el mexicano no pudo hacer de un cordobés de clase media de los años cincuentas.
En fin, eso quedó, queda y quedará para los críticos de cine, ¿verdad?, pero uno puede decir que De la Serna suena bien diciendo “¡seamos libres que lo demás no importa nada!”. Y que, además, se hizo justicia cinematográfica para el actor.
Por otro lado, que bueno poder ver una interpretación de lo que fue ese momento histórico en la vida de todos los que estuvieron allí, como San Martín y el cabo Cabral, que resulta que era mulato y que ahora lo podemos ver con el color natural de su piel. Poder ver cómo marchaban todos esos hombres, mulas, caballos, carretas, cañones, etcétera por un cordón de las montañas más grandes de América, es casi como una revelación. Todos lo habían escuchado o leído, pero no lo había visto. El cruce los Andes fue el mayor experimento militar del siglo XIX en América entera.
Una película como esta cala fuerte en el sentir de una población. De eso hablábamos con Nico un buen tiempo atrás. Un tiempo atrás, pero mucho más para acá, hablábamos de lo mismo. Hoy, ¿de qué carajo hablamos?