sábado, 30 de julio de 2011

Costumbrismo electoral - ¿el análisis?

Hace tiempo ya que los sabelotodo de la política –casi siempre abogados, periodistas, dizque economistas y papanatas– ya no saben qué decir sobre el abstencionismo electoral. Como si la cosa no fuese confusa, el otro día un tipo en la televisión hablaba sobre la catarsis que hace el ciudadano cuando está en el momento de emitir su voto. El tipo era psicólogo y hablaba del instante en el que la persona que va a sufragar está en el cuarto oscuro y va a meter elegir una boleta para meterla en un sobre que terminará en una urna. Todo un momento de civismo.
“La mayoría de la gente entra al cuarto oscuro y no tiene la más pálida idea”, dice este reportero devenido en analista. “En el caso argentino, lo que pasa es que la gente entra al cuarto oscuro y se encuentra con, por lo menos, una docena y media de boletas. Y lo que pasa es una confusión muy grande para una persona promedio del barrio de Parque de los Patricios”.
Retomando el diálogo que se quería ir por las ramas y las teorías kantianas sobre lo que está bien y lo que está mal, el conductor del programa de televisión le dice a este cuasi psicólogo que decir la mayoría de la gente es un poco como que demasiado. El tipo invitado se molestó con el comentario, pero el conductor siguió y le dijo: “justamente, decir que la mayoría de la gente esto o lo otro es un poco vago, poco específico y no se entiende un análisis político-electoral en esos términos”.  
 A todo esto, el tipo entrevistado miró cruzado al conductor del programa y le dijo: “¿quién es el que sabe acá, vos o yo?”.
Parece que al conductor no le pareció de muy buenas migas el tonito con que el tipo le dijo 'acá el que opina soy yo', pero se calló la boca y lo dejó seguir.
“Bueno, como te decía, la mayoría de la gente no sabe a quién va a votar y, por eso, deja esa decisión para el último momento, o sea, en el minuto o dos en que están en el cuarto oscuro y tiene que meter una boleta en el sobre”, discurrió el amigo. “Claro que está el que vota en blanco y el que se queda más de un minuto o dos en el cuarto oscuro creyendo que sí va a encontrar un candidato que lo convenza. Pero la mayoría no sabe nada”.
Al final del reportaje, el tipo dizque analista explicó por qué muchas encuestas preelectorales terminan errando el pronóstico: "como la gente no sabe a quién va a votar, cuando un encuestador viene y le pregunta sobre el sentido de su voto el encuestado dice cualquier cosa, a punto tal que en el día de la elección ni se acuerda lo que dijo y mete en el sobre la boleta de otro candidato". Así tal cual.  
"La gente no sabe por quién votar"

domingo, 17 de julio de 2011

Después de una elección...

Casi siempre, después de una campaña electoral los equipos se reúnen para discutir y hacer un resumen de lo acontecido en la elección. Se dice que se repasa lo hecho por el candidato y el partido, de manera tal que sea posible decir dónde hubieron aciertos y dónde desaciertos. También, se reflexiona y toma nota del motivo de la victoria o la derrota. Pero el problema aparece, como fue el caso en el bunker de campaña de Daniel Filmus –candidato K en la ciudad de Buenos Aires–, si no se admite el resultado de las urnas.
Una semana atrás, en Buenos Aires ganó el actual Jefe de Gobierno de la capital de Argentina, Mauricio Macri. Una paliza, lo que le dio Macri a Filmus. Pero éste, muy al estilo de Néstor, si bien reconoció que perdió porque salió segundo y va al ballotage contra el primero, en el fondo dice que ganó. Sí, Filmus y el peronismo K de la capital ganaron la elección aunque los números hayan manifestado que no, que Filmus perdió por más de diecinueve puntos. Así, el problema para la discusión postelectoral se presentó porque, para el candidato y su equipo más cercano, el tipo ganó y no se hizo nada mal.
Para entender un poquito esta lógica político-electoral, le pregunté el Gordo, mi amigo sabelotodo.
“Sabés lo que pasa, estos son unos prepotentes: si los números no le cierran, agarran y dicen que no es verdad, que todo es un invento desestabilizador de los monopolios mediáticos”, me explica el que siempre está con un cigarrillo en la mano. “El otro día hablaba con un tipo que sabe de esto de la política, y me dijo que no hay peor político que aquel que no reconoce el estado real del mundo. La verdad que tiene razón: vos fijate en Filmus y los K, con su modus operandi demuestran que no están a las alturas de las circunstancias”.
“¿Qué, por no reconocer que los cagaron a trompadas?”, le pregunto.
“No nada que ver”, categórico responde el Gordo. “Bueno, también, pero digo que no porque se me canta, jajajaja… En realidad, lo que pienso es que los K y Filmus se están viendo muy mal porque no ven a la política en el sentido de los tiempos que corren, y por eso les va como les va. Si los tipos no le pusieran un caño en la sien a los encuestadores que contratan para que les digan lo que quieren escuchar, y si aceptaran que sus estrategias son antiguas, quizá así los tipos me callarían la boca. Pero no, hacen política como si estuviésemos en el 45”.
La verdad el diálogo con el Gordo fue más largo, pero entre unja y otra cosa la idea de fondo fue: Los K se comieron una paliza tan fuerte que quedaron medios mareados, tanto que ni se pusieron a pensar que perdieron. Así las cosas, en Buenos Aires parece que nos vamos a la segunda vuelta entre Macri y Filmus.

lunes, 11 de julio de 2011

¡Qué paliza!

Ayer hubo elecciones en la ciudad capital de la Argentina, Buenos Aires. Por la cantidad de candidatos que había -más de diez-, se podía entender que se jugaban unas elecciones con los votos muy dispersos y, por ende, con cantidades bajas para cada uno. Pero no, la mitad de los votos fueron a parar a la bolsa del actual Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, quien buscaba la reelección. El resto de los votos se dividió entre Daniel Filmus y Pino Solanas, los dos candidatos “progres” que competían con más oportunidades de ganar. De todas formas la elección no se definió y, aunque sólo le faltaron tres puntos porcentuales a Macri para ganar, todo se arreglará en la segunda vuelta o ballotage.

Lo curioso es que, como lo decían las encuestas más o menos serias, la paliza fue tremebunda: fue un atasque de manos en la cara del proyecto K de la ciudad capital. O sea, a los K los surtieron bien surtidos. Por eso, con casi una elección definida, Cristina K y su alfil tendrían que haber aprendido de líderes de la talla del Turco, que cuando en el 2003 vio que iba a perder como en la guerra en la segunda vuelta contra Néstor Kirchner, se bajó de la moto y, por lo menos, dijo que no había condiciones para competir. Es decir, si uno pierde por un par de puntos está bien hacer el ruido que se tenga que hacer e ir a la segunda vuelta a ver qué pasa. Pero si uno pierde por una cantidad de votos tal que no deje espacio para milagros, para no pasar un papelón, mejor dejar las cosas como están y aceptar la derrota. Mínimo, como hizo el gran Turco Mendez, se pude decir que las condiciones no son seguras y que uno no quiere competir en el ballotage porque seguramente se está fraguando un fraude más grande que una casa. Pero no, los K no entienden de razones o mentiras piadosas cuando de elecciones se trata.  

Pero en fin, vamos a lo que vinimos.

¿Por qué serán tan tercos los K y Filmus?, quise saber el día después de la elección porteña, es decir, hoy.

“Son unos boludos. Pero si quieren venir, que vengan”, se animó a decir por ahí un asesor de quinta categoría por no haber sexta que trabaja o colabora, nunca lo aclaró bien, con el cadete del consultor con acento boliviano de Macri. “Si nos quieren hacer gastar guita a lo loco y a la gente el tiempo, está bien. Pero después que no digan que no les avisamos: le vamos a dar pulenta otra vez”, concluyó excitado.

Y es que, claro, la gente del medio no entiende cómo es posible que minutos después de haber perdido por paliza, los K dicen que van a ir a la segunda vuelta. Una cosa es ir después de haber perdido por poco, mientras que otra muy diferente es ir en condiciones de malherido. A ver, una cosa hubiese sido si ayer las cosas hubiesen sido diferentes, pero no lo fueron y la situación post-electoral está como de locos, con un rival claramente débil que quiere mostrar músculo sin mirar qué tanto ejercicio ha estado haciendo. Y así, a los K con Filmus a la cabeza les fue como si un peso mosca quiere pelear de igual a igual con un peso completo.

“Mirá, cuando uno no acepta la derrota no está acatando las reglas de este juego, que se llama democracia. Ahora, si los K y el salame de Filmus quieren jugar mal y hacer trampa, que la hagan, total nosotros también sabemos hacer trampa”, dijo otro de los que se la pasa todo el día de café en café.

Sin entender muy bien sobre qué hablábamos, de repente la cosa quedó clara cuando Filmus dijo en televisión que ellos habían ganado. ¿Cómo que ganado, si perdieron por casi 20 puntos?, pensé.

“Bueno, es que vos no entedés”, me quiso aclarar un periodista de estos que reivindica el papel de la prensa parcial. “Ganó Filmus porque el tipo te lo está diciendo. Escuchame, en un país en el que cada uno hace lo que se le canta, ¿por qué Filmus no?”.

Parece que por eso los K y Filmus van a una segunda vuelta que no tendrían que haber jugado. Pero ellos van no porque Macri los haya retado a hacerlo, sino porque se les canta y tan-tán. ¿Se entiende?