jueves, 14 de octubre de 2010

Cosa de locos

Levantar o no el plantón, ahí está la cuestión. Hoy, ayer y siempre, cuando de manifestaciones políticas se trata, el quid de la negociación es si los muchachos levantan o no el plantón. Antes le decían paro, paro general de actividades, pero ahora le dicen plantón. Qué le va hacer, cosas del idioma castellano y del arte del habla.

Resulta que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se alborotó porque la oposición, en la que se encuentra el vicepresidente, o sea, el segundo de la presidente Cristina, la corrió por izquierda. ¿Qué cosa más provocativa que querer correr por izquierda a un gobierno nacional y popular? Nada. Por eso las cosas alrededor del incremento del 82 por ciento móvil a las jubilaciones, aprobado por el Congreso ahora con mayoría opositora, levantaron los calores de todos. Sí, la oposición aprobó el aumento que, según el gobierno, va a ser el responsable de la quiebra de las arcas del Estado.

“En otras épocas” le dije a un amigo, “los responsables de cuidar la moneda solían ser los conservas y los zurdos los irresponsables”.

“Pero como todo cambia”, me respondió, “los responsables de antes son los irresponsables de ahora y los irresponsables de antes son la gente sensata de ahora”.

Cosa de locos.

Pasa que si en política las cosas fuesen llamadas por su nombre, lo que el colega tendría que haber dicho es que, como en los 8 años que llevan los Kirchner se robó como nunca antes en la historia (bueno, mejor digamos que se robó como siempre en la historia de los gobiernos), ahora la plata no alcanza para todos. Por eso, si se le aumenta a los jubilados no hay para pagarles a los maestros. Así está la cosa.

Pero bueno, volvamos al evento.

“Después, viejo, no digan que no les avisé”, levantando el tono dijo un jubilado que si su dentadura fuese una ventana, sería una ventana sin persianas. “Si se aprueba el aumento para nosotros, los pibes se quedan sin maestros”, agregó.

“Ma’ callate la boca, viejo loco”, le gritó uno de los que estaba revolviendo la olla popular, que en este caso era parrilla, que los jubilados en huelga de hambre estaban compartiendo con los ojos y la nariz.

Cabe aclarar que la huelga hambre, para el caso de los jubilados, sí o sí, se tiene que hacer con una comilona de aquéllas. Si en una manifestación no se hace algo estrambótico no es llamativa y, por lo tanto, no sirve para nada. Entonces, como los jubilados, literalmente, se mueren de hambre, o sea, no comen nada todos los días, para llamar la atención, los viejos tienen que comer.

Claro que esto es peligroso y por eso en esta ocasión había una escuadrilla de ambulancias del SAME a disposición en la esquina. “No vaya a ser que se atragante una vieja cuando se esté tragando un pedazo de bife”, me dijo uno de los enfermeros que estaba ahí.

Pero bueno, la nota la dio uno de los jubilados de la extinta línea de colectivos 162. Cuando este viejo raquítico escuchó lo que dijo el otro acerca de que el país se va a quedar sin plata para pagarles a los maestros, decidió hacer lo que cualquier manifestante digno de sí tendría que hacer: inmolarse. Agarró un chinchulín y una molleja que estaban listas sobre la parrilla y se las puso frente a su boca.

“Si no hacemos presión todos juntos, si vamos a volver a las divisiones de siempre, mejor yo me las tomo”, dijo este vehemente ex chofer de la línea que terminaba en Chacarita.

“¡No, pará ché!”, le gritó más de uno. “¿Qué hacés, no ves que si te inmolás ganan ellos? Este es un salamín con queso o un casca rabia; vos quedate tranquilo que yo te sirvo un pedazo de costillita”, le dijo uno de los jubilados más solidarios, que de seguro en sus años supo ser anarquista.

Así las cosas, cuando todos estaban por empezar a comer, la oposición aprobó el incremento de las jubilaciones. El grupito de jubilados contreras se pusieron felices: los otros no iban a comer porque ya se habían cumplido su demanda y, por eso, tenían que levantar el plantón.

Pero en eso, uno de los jubilados de la sub 90 dijo: “¡La presidenta dijo que va a vetar la ley!”

Felices, los viejos volvieron su mirada a las tablas de madera y al cordero que se estaba terminando de asar. Al fin y al cabo, ellos querían el aumento para comer, no para otra cosa. Por eso, como le dije a uno que me escuchaba,  "que bueno que la presidenta amenazó con el veto. Viva Cristina. Viva Norma Plá y viva el veto".

“Beto, te llaman”…

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