lunes, 11 de julio de 2011

¡Qué paliza!

Ayer hubo elecciones en la ciudad capital de la Argentina, Buenos Aires. Por la cantidad de candidatos que había -más de diez-, se podía entender que se jugaban unas elecciones con los votos muy dispersos y, por ende, con cantidades bajas para cada uno. Pero no, la mitad de los votos fueron a parar a la bolsa del actual Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, quien buscaba la reelección. El resto de los votos se dividió entre Daniel Filmus y Pino Solanas, los dos candidatos “progres” que competían con más oportunidades de ganar. De todas formas la elección no se definió y, aunque sólo le faltaron tres puntos porcentuales a Macri para ganar, todo se arreglará en la segunda vuelta o ballotage.

Lo curioso es que, como lo decían las encuestas más o menos serias, la paliza fue tremebunda: fue un atasque de manos en la cara del proyecto K de la ciudad capital. O sea, a los K los surtieron bien surtidos. Por eso, con casi una elección definida, Cristina K y su alfil tendrían que haber aprendido de líderes de la talla del Turco, que cuando en el 2003 vio que iba a perder como en la guerra en la segunda vuelta contra Néstor Kirchner, se bajó de la moto y, por lo menos, dijo que no había condiciones para competir. Es decir, si uno pierde por un par de puntos está bien hacer el ruido que se tenga que hacer e ir a la segunda vuelta a ver qué pasa. Pero si uno pierde por una cantidad de votos tal que no deje espacio para milagros, para no pasar un papelón, mejor dejar las cosas como están y aceptar la derrota. Mínimo, como hizo el gran Turco Mendez, se pude decir que las condiciones no son seguras y que uno no quiere competir en el ballotage porque seguramente se está fraguando un fraude más grande que una casa. Pero no, los K no entienden de razones o mentiras piadosas cuando de elecciones se trata.  

Pero en fin, vamos a lo que vinimos.

¿Por qué serán tan tercos los K y Filmus?, quise saber el día después de la elección porteña, es decir, hoy.

“Son unos boludos. Pero si quieren venir, que vengan”, se animó a decir por ahí un asesor de quinta categoría por no haber sexta que trabaja o colabora, nunca lo aclaró bien, con el cadete del consultor con acento boliviano de Macri. “Si nos quieren hacer gastar guita a lo loco y a la gente el tiempo, está bien. Pero después que no digan que no les avisamos: le vamos a dar pulenta otra vez”, concluyó excitado.

Y es que, claro, la gente del medio no entiende cómo es posible que minutos después de haber perdido por paliza, los K dicen que van a ir a la segunda vuelta. Una cosa es ir después de haber perdido por poco, mientras que otra muy diferente es ir en condiciones de malherido. A ver, una cosa hubiese sido si ayer las cosas hubiesen sido diferentes, pero no lo fueron y la situación post-electoral está como de locos, con un rival claramente débil que quiere mostrar músculo sin mirar qué tanto ejercicio ha estado haciendo. Y así, a los K con Filmus a la cabeza les fue como si un peso mosca quiere pelear de igual a igual con un peso completo.

“Mirá, cuando uno no acepta la derrota no está acatando las reglas de este juego, que se llama democracia. Ahora, si los K y el salame de Filmus quieren jugar mal y hacer trampa, que la hagan, total nosotros también sabemos hacer trampa”, dijo otro de los que se la pasa todo el día de café en café.

Sin entender muy bien sobre qué hablábamos, de repente la cosa quedó clara cuando Filmus dijo en televisión que ellos habían ganado. ¿Cómo que ganado, si perdieron por casi 20 puntos?, pensé.

“Bueno, es que vos no entedés”, me quiso aclarar un periodista de estos que reivindica el papel de la prensa parcial. “Ganó Filmus porque el tipo te lo está diciendo. Escuchame, en un país en el que cada uno hace lo que se le canta, ¿por qué Filmus no?”.

Parece que por eso los K y Filmus van a una segunda vuelta que no tendrían que haber jugado. Pero ellos van no porque Macri los haya retado a hacerlo, sino porque se les canta y tan-tán. ¿Se entiende?

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